domingo, 16 de agosto de 2015

OBSESIÓN DEL MATRIMONIO PROVINCIANO (Pablo de Rokha, 1894-1968)

Con hachazos bandera, de océano, de manzana,

por adentro resplandeciendo, infinito de absoluto y gran aurora,
a soledad incendiada oliendo, o sonando
con espantoso lamento de águila o máquina de cementerio a la orilla del
mundo,
así, rompiendo tus entrañas, penetrándote.

Tú y tu flor de muchacha, aquí, conmigo.
en piedra, en visceras, en hierro y eternidad abrazándonos,
contra y cuando en ese límite braman las palomas
y la violeta saca la espada de dios, entre los corsarios enfurecidos,
porque el clima del siglo suda a pólvora,
y yo, directo y sin esperanza, tronando con árbol y todo, como un 
regimiento de 
espaldas,
te esgrimo sobre el hombre, con la sociedad al hombro. Gimiéndote, 
besándote, lamiéndote, 
llorándote,
únicamente por ti y en ti relampagueando con relámpagos de montaña, 
anhelando, con beso 
eterno, esculpirte.
Es tu música, es tu número, querida,
y la línea melódica de tu acento incomparable,
quien emerge de entre valientes amapolas,
superando los espantos encadenados, su ámbito y su látigo, como de
culebras,
y el horror del himno, Winétt de laurel y tormento.

Todavía la infinita sensación, la cuchilla, la cadena, la rendija del sol,
gritando,
aquella tal palanca, que, enormemente, dura y puja rugiendo, con trabajo
desesperado de agonía, sin mástiles, arrodillado a tus riberas, arranco los años, 
los potros de los años,
entonces los sujeto con frenos tremendos, y escribo para comparar la 
eternidad a una laguna en la cual lo que fué revive, retorna, renace, circulando.

Tu juventud soñadora y sanguinaria de virgen silvestre o ídolo, alimentándose 
de terrores, construyó su mito y su signo, a expensas de esta materia soberbia, que, 
entre pecho y espalda, se me subleva, y yo satisfice tu ensueño, despedazándome, 
(¡despedazándome!), construyéndote un universo con las migajas ensangrentadas,
mujercita y
azucena,
para tu ser infantil matando toros rojos.

Cosecha de vino amarillo, con estampidos que maduran, agua de fuego, a cuya
presencia de esmeraldas derretidas, acuden los pája¬ros muertos contra muertos 
atardeceres, he ahí que te lamen estos mares, con su actitud de perros de miedo y oro,
amiga.

Contra el invierno que levanta su muralla de árboles desventurados, y te enfría 
la espalda, echando plumas de agua y suspiros a esa inmensa
atmósfera romántica,
enarbolo tu luz preciosa y morena de entonces,
haciendo poema tu belleza, escribiéndola en las arenas aventureras,
haciendo estatuas de agua de ansia,
haciendo edificios de energía, monumentos de esperanza, imágenes, religión, 
Dios, la guerra eterna,
levantando tu figura, más allá del tiempo y del espacio, heroicamente, gritando 
y tocando la trompeta en las tinieblas,
encima del ejército de cenizas, en el cual resplandece una gran cabeza
de muerto.

Así, criatura de estaño, como volando entre espadas.

Recoge los últimos mitos, como quien recibe sangre y muerte en la boca, 
o como duraznos de pulpa santa.

Autónomo, tremendo, dinámico,
ya asoman las auroras